Descripción
Cada nueva publicación de AC/DC supone una deliciosa rutina, la de saber que no nos vamos a encontrar nada que se salga del patrón que durante décadas han impuesto, y que esa sana monotonía es justo lo que deseamos y buscamos; la única duda es conocer en qué medida y con qué intensidad nos harán vibrar en cada ocasión. Porque entra dentro de lo posible tener un golpe de suerte y cosechar un éxito en esto de la música, incluso mantenerse una temporada con el viento a favor y acumular un buen puñado de fans, pero lo que está al alcance de unos pocos privilegiados es justo el tesoro que ellos acaparan: haber hecho de su nombre un emblema inconfundible y convertirse en guía para tantas y tantas generaciones armadas con una guitarra y unas incontrolables ganas de hacer rugir sus amplificadores.
Desde luego, por suerte, no va a ser el 2020 el año en la que la fórmula del grupo se altere lo más mínimo, algo que desde luego no puede coger por sorpresa a nadie, y tampoco va a ser la fecha en la que sus nuevas canciones no inviten a menear las cabezas de veteranos y neófitos. Unos temas que aparecen acreditados a la bicefalia familiar de Malcolm y Angus Young, un recurso que al margen de lo poco o mucho que tenga de verídico, supone un homenaje al desaparecido hermano mayor y a su encomiable, al mismo tiempo que capital, labor siempre depositada en este proyecto. Acompañados una vez más por quien parece empieza a ser su inseparable productor, Brendan O’Brien, y su habitual sonido agudo y limpio, el quinteto regresa y lo hace saludando con sus rocosos recursos a toda esa multitud ávida de su inconfundible sello.
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