Tyler, the Creator es el primer artista de rap en llegar al 1 de Billboard con un disco producido y arreglado en su totalidad por su autor. Sin embargo, en Latinoamérica persiste como incógnita. La cultura hip-hop hace de la palabra su estandarte y quizás por ello debió parir sus propios héroes tercermundistas para concretar su zenit a nivel global. Ahora, Igor, el disco número 1 de Tyler, no es puro rap. Aquí conviven las múltiples facetas de su personalidad, pixeladas en capas y capas de voces procesadas digitalmente. En ese oleaje se cuelan invitados de alto impacto bajo un rol nada preponderante. Todos al servicio de esta obra total que parece sintetizar una dialéctica histórica a la altura de las expectativas.
El halo amoroso que envuelve al disco no priva al artista de polemizar ideas y visiones. La chabacanería al borde de la misoginia ha dado paso a las reivindicaciones sociales subidas de tono. Tyler le canta a la juventud para que se despierte y asuma su status de súper estrella crucificada. El llamado a correr de las balas hasta que salgan alas se torna destino y presagio. Sus dardos no apuntan solo a quien detente poder político sino a los irresponsables emocionales. Igor es una oda al amor en clave neosoul que ablanda corazones.
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