Descripción
Discos que dejan huella. Esa es la clave. No son frecuentes, ni son para todos los gustos. Pero sucede que, a veces, el grado de sintonía con un disco en particular es tan grande que supera el interés que se pueda sentir hacia un artista o un grupo.
Talking Heads siempre me gustaron. Unas veces más, otras menos, pero en general, siempre aprecie su estilo. Combinar inteligencia y pasión es difícil. Mantener esa tónica a lo largo de casi tres cuartos de hora es ya una labor titánica. Éste es el caso.
A lo largo de su carrera, Talking Heads llegaron a grabar ocho discos de estudio. Casi todos ellos irregulares, desde mi punto de vista. ‘77, el primero de ellos, me llegó, desafortunadamente, a posteriori y, escuchado hoy en día, en algunos momentos me resulta algo convencional. Pull me up, uno de sus singles puede que resuma bien esta afirmación. El grupo de David Byrne poseía ya ese toque personal que sólo tienen los grandes, pero en este momento su estilo (que no su personalidad) estaba todavía desarrollándose. Entonces llegó Brian Eno, que se hallaba en un periodo de plena efervescencia creativa (si alguna vez ha dejado de estarlo) y les produjo los tres siguientes discos. El primero de ellos fue éste. No sé si es acierto suyo o simplemente, que todavía era demasiado pronto para que la personalidad de Byrne impregnase todo: el caso es que la aportación que hacen Chris Frantz y Tina Weymouth al sonido del grupo es mayor que en el resto de los discos de Talking Heads.
El contenido del disco es radicalmente distinto. Para mí, los primeros nueve temas del álbum forman un conjunto prácticamente indisoluble, y los dos últimos son una especie de añadido (aunque los minutos finales de The Big Country, el último tema, retoman el conjunto, como si el círculo se cerrase). Ahora ya me he acostumbrado, pero las primeras veces que escuche el disco, su sonido era totalmente marciano. Nada sonaba igual. Nada. Las cabezas parlantes parecían haber salido de otra galaxia. Byrne cantaba como si se hubiese escapado de un psiquiátrico unas canciones de ritmos frenéticos. Las guitarras sonaban de una forma a la que yo no estaba acostumbrado: riffs bailables que parecía trepasen sobre las canciones, pero que no se podían bailar en absoluto. En una palabra, la modernidad más absoluta.
Si los dos primeros temas resultaban extraños, la locura comenzaba con el siguiente, The Good Thing, canción excéntrica, pero a la vez, sofisticada y de exquisito buen gusto. A partir de ahí se construye un sólido bloque que llega hasta Stay Hungry. Todo es impecable. Inexcrutable. Perfecto. No se sabe que es mejor: si las diferentes y memorables bases que aporta Tina Weymouth con el bajo, la insólita percusión, la paranoia que se atisba en la voz de Byrne, el sonido de las guitarras, con unos inspirados pero discretos teclados de Brian Eno se hacen sentir más de una vez. Son especialmente brillantes los momentos instrumentales que hay dentro de cada tema. Los dos últimos temas, contrapuestos y similares a la vez, son un broche realmente brillante para una serie irrepetible.
Hay críticos que afirman que este es el álbum de Talking Heads que tiene un sonido más convencional. A mi me parece justo lo contrario: logran llegar a terreno insospechado con los elementos mas básicos, sin necesitar de las florituras y excesivas pretensiones de los siguientes Fear Of Music (1979) y Remain in Light (1980).
El envoltorio del disco también merece algún comentario. La portada fue realizada por el fotógrafo Jimmy De Sana, artista emblemático de la escena punk de Nueva York durante la década de los setenta. Es un fotomontaje compuesto por 529 planos de partes del cuerpo de los miembros del grupo, que unidas, forman una imagen artificial de sus componentes. La contraportada es una reproducción de Portrait USA, el primer fotomosaico del país realizado en color, realizado por General Electric en 1976 y compuesto por 569 fotografías tomadas por satélite.
Años más tarde, ya en la versión extendida, se incluye una versión country de Thank You for Sending Me an Angel, lo que redondea el disco y lo hace mas coherente: así los dos últimos temas quedan unidos de forma mas coherente al resto. Las tres versiones alternativas que lo completan forman también un enlace mucho mas claro con el primer álbum del grupo: la de Stay Hungry pertenece a las sesiones de grabación de ‘77; las otras dos creo que explican claramente como influye Brian Eno en el sonido del grupo.
Fuente: Lamiradaestrabica.com
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