Descripción
Sin duda el disco es el perfeccionamiento de la fórmula de su trabajo anterior “El Ventrílocuo de Sí Mismo” (Acuarela, 2003) en el campo de lo musical y de una nueva forma de escritura absolutamente clara, sorprendentemente prístina en las letras y esforzada en lo vocal (jamás cantó más entonado Luque).
Aunque no destierra la melancolía (“La cruz verde”, “Remordimientos”), ni lo extraño y cómico de lo cotidiano en sus letras (“ahí están los tomates, los haremos picadillo”) la novedad es que musicalmente es muy diverso y las letras son transparentes hablando de sentimientos compartidos. El sonido de la producción de J no había sido conseguido antes en ninguno de los discos de Sr. Chinarro y esto hace que en una primera escucha ya enganche y se quede dentro con infecciosa facilidad. Pero todo esto tenía un truco. Es la misma producción y el sonido conseguido lo que atrapa de manera tan sencilla pero porque, en muchos momentos, nos recuerda a los propios Planetas titanes del hit directo y hay arreglos como los de “El cabo de Trafalgar” que hacen que la canción suene más al grupo granadino que a Chinarro.
Aunque su personalidad y un cierto tenebrismo perdura de manera brillante como en la extraordinaria “El cuadro” (“confundo con fantasmas varias fundas de almohada”), ejemplo de esas imágenes filtradas de la infancia marca de la casa.Todo fue para bien. Una alineación de lujo para la grabación con gente como Antonio Arias (Lagartija Nick), Pedro San Martín (La Buena Vida) o el maestro Enrique Morente para el adelanto que significó “El rito”. El disco es un gran éxito, es elegido el mejor del año por Rockdelux, y Sr. Chinarro empieza a actuar y a llenar recintos más amplios, siendo descubierto por una nueva generación de aficionados a la música casi como si de una nueva sensación se tratase. Y se llega a la ansiada y merecida profesionalización como músico de Antonio Luque, una recompensa por haber sido de los pocos de su generación capaces de aguantar la travesía del desierto del desinterés o del patearse por escenarios medio vacíos. El único pero se lo ponen los seguidores más antiguos, que tuercen el gesto ante una imagen que ven algo desnaturalizada de su objeto de idolatría. Detalles menores para que la música de este país, al fin, hiciese justicia con un grande de verdad.
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