Descripción
Publicado originalmente en 1972, ahora remasterizado y grabado a media velocidad en los estudios Abbey Road a partir de transferencias de cinta originales específicas para vinilo diseñadas para obtener el mejor sonido posible del formato.
Es importante remarcar que estamos ante un disco atípico. No hay una canción que destaque sobre otra. A la vez no hay ninguna canción que pueda ser eliminada sin que el álbum pierda fuerza. Es un todo coherente, una canción se complementa con la anterior y juntas crean un álbum imprescindible.
Musicalmente, Keith Richards lo definió de la mejor manera posible. “Un montón de cosas que habíamos recogido por el camino y después fueron saliendo. Quiero decir, bebes de cualquier cosa que escuchas desde que eres un niño. Probablemente, alguna de las cosas que escribo o toco son cosas que escuché en 1947”.
Es una amalgama de sonidos (Blues, Gospel, Rock and Roll…) que tienen en común la música negra norteamericana. La falta de participación de Mick Jagger en las grabaciones hizo que Keith Richards tomase las riendas creativas, que acabarían tornándose en un disco crudo. Destaca el saxofón de Bobby Keys, en “Casino Boogie” dónde su sólo de 25 segundos nos deja pegados al suelo o “Happy” dónde, de una manera más discreta, aporta un sonido más “sucio” que define perfectamente la estancia de los Rolling Stones en Francia.
Aunque hay voces que rebajan la importancia de lo ocurrido en Francia para su creación (algunas partes se habían empezado a grabar en 1969 en Londres), el disco y su sonido no se podrían haber conseguido si no se hubiesen dado una serie de circunstancias. Canciones como “Ventilator Blues”, inspirada por el calor y la falta de ventanas en el sótano ayudan a completar en nuestra cabeza las piezas necesarias para entender el álbum.
Quizá por el contexto en que fue creado, el disco es considerado por muchos críticos como una obra conceptual. Una historia de lamento, desde el éxtasis nocturno a la búsqueda de redención del día siguiente. Todo ello en un momento en el que el grupo afronta matrimonio, niños y adicciones. El crítico Lester Bangs lo definió en 1972 como un disco “sobre bajas, y la fiesta como manera de asumirlas”, “La fiesta es obvia, las bajas son inevitables”.
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