Descripción
Después de su estelar segundo álbum de estudio “Prowler in the Yard” los muchachos de Pig Destroyer no la tenían nada fácil, pues es bien sabido que cuando te despachas la obra que te encumbra hacía lo más alto y consigues que todas las miradas de la escena se posen sobre ti lo único que puedes hacer de ahí en adelante es seguir a paso firme y entregar obras solidas como un templo que satisfagan a todos esos paladares exigentes que esperan todo de ti (o al menos la mayoría). Sin duda cualquiera pensaría que después del seminal “Prowler” no podría venir nada equiparable que cubriera las expectativas en torno a la banda, pero nada más lejos de la realidad, pues Scott Hull y sus muchachos aún tenían mucho por decir y su tercer álbum de estudio llamado “Terrifyer” corrobora de manera incontestable este hecho.
Terrifyer sin duda no es un álbum fácil de digerir y cuesta un poco tomarle el punto ¿Por qué? Pues la verdad no hay un porque especifico y concreto, las razones son diversas y pueden variar según el individuo que escuche el disco. “Terrifyer” al igual que “Prowler” no es un típico álbum de Grindcore al uso, pues el mismo presenta otros elementos distintos del Grindcore tradicional haciéndolo una experiencia más amena para todos aquellos que no estén acostumbrados al Grindcore más tosco de corte clásico, aunque con esto no se pretende decir que este disco es bastante accesible, al contrario, sigue siendo una impenetrable maquina de destrucción masiva dispuesta a barrer con todo lo que se le atraviese por delante, aunque algo menor comparada con su hermano mayor “Prowler in the Yard”, cosa que por otro lado no es de extrañarse ya que “Prowler” es simplemente un disco insuperable hasta para sus mismos creadores, pero a pesar de esto “Terrifyer” es un disco que se defiende bastante bien y además es un álbum que muchas bandas desearían tener entre sus placas discográficas.
La banda no se esconde ni por tan solo segundo, pues desde que comienza “Pretty in Casts” la enorme y descomunal masa de sonido que erigen las guitarras de Scott Hull comienza a desplazarse a diestra y siniestra sin nada que la pueda frenar. Las guitarras suenan más afiladas que nunca y le sientan más que bien a los interludios “Grooves” y los breakdowns que asoman las zarpas de tanto en cuando como en el (00:32) de “Scarlet Hourglass”, los cambios de ritmos suceden en fracciones de segundo, cosa que no es de extrañarse pues la mayoría de los temas no pasan del minuto y medio y aún así Scott Hull se puede permitir dar rienda suelta a su imaginación para someternos en un letal torbellino de riffs que van y vienen en un parpadeo.
En temas como “Thumbsucker” y “Gravedencer” encontramos ritmos poco o nada convencionales del Grindcore, agregándole matices distintos al álbum sin perder la identidad y fuerza del mismo, pero en donde definitivamente todos estos matices se conjugan de manera perfecta para crear el mejor tema del disco sería en la tremebunda “Towering Flesh” pues esta canción presenta una naturaleza más camaleonica y cambiante con ritmos que van desde Blast-beat a todo trapo hasta ritmos más “Grooves” y frenazos que harán las delicias de muchos. Llegados a este punto más de uno podría intuir que estamos ante un caballo ganador a la par de “Prowler in the Yard”, pero aquí hay un problema (o al menos para quien les escribe) ¿Y cual es ese problema? Muy fácil, ese pequeño y minúsculo problema radica en la producción, y ojo, pues la producción es las guitarras está bastante bien, la batería suena al pelo, pero lamentablemente la voz no.
Desde que empieza el disco podemos intuir un pequeño truco sonoro que efectuaron al momento de grabar las voces del álbum, ese truco consiste en grabar varias pistas y juntarlas para agregarle solidez e impacto a las voces, pero lamentablemente aquí el resultado no fue el esperado, pues las voces suenan algo “sobre-producidas” y eso le resta algunos puntos al disco, también sumémosle que J.R. Hayes no estaba en su día y no consiguió ese tono de voz lleno de cólera y odio que se nos presentaba en “Prowler in the Yard” o incluso en el monstruoso “Explosions in Ward 6”, aunque no es nada del otro jueves, pues es lógico que este estilo de música desgaste bastantes las cuerdas vocales, pero ojo con algo muy importante, y es que con esto no quiero decir que las voces sean un total desperdicio, ya que a pesar de sus carencias siguen suponiendo un buen guantazo en la cara para todo aquel que no este preparado para afrontarlas, temas como “Crippled Horses” nos muestran a un Hayes aún en estado de gracia demostrando que su demoledora garganta aún no ha dado tono lo que tenía que dar, es solo que quizás no fue un buen día de grabación en el estudio y las cosas fueron como fueron. A pesar de estas pequeñas carencias el afilado mástil de Scott Hull nos sigue brindando momentos de órdago para enmarcar en una pared, como por ejemplo ese puñado de afilados y cortantes riffs que caen uno tras otro en canciones como “Rastraing Order Blues” y “Carrion Fairy”, también vale la pena mencionar ese tremebundo solo en “Towering Flesh” (cortesía de Matthew Mills, guitarrista de “Forgotten Realm”) o el aplastante y rompe-cuellos frenazo en el (01:09) de “Crawl of Time”, sin duda momentos que harán valer cada segundo la escucha de este disco, porque en esto disco hay todo eso y más, a pesar de los pesares.
Sin duda estamos hablando de un disco poco convencional en términos del Grindcore, cosa que podría ser nociva y dañina para algún fan acérrimo del sub-género, aunque tampoco estamos hablando de influencias súper ajenas y contrarias al mismo, aquí simplemente se toman influencias y sonidos interesantes que le dan un giro de tuerca a todo lo que conocíamos hasta el momento, aunque a pesar de eso la naturaleza del disco sigue perteneciendo en su mayoría a los caoticos y letales terrenos del Grindcore. En este disco se dejan a un lado las reminiscencias de Sludge Metal que presentaba el disco anterior, remplazándolas por ritmos más característicos del “Groove” y Breakdowns bien ejecutados que le agregan una fuerza incontestable al disco, eso sumándole la aplastante producción en los instrumentos, exceptuando obviamente la voz, cosa que tampoco es tan grave como parece.
Disco bastante notable y un digno sucesor para lo que supuso el enorme “Prowler in the Yard”, una buena inyección de adrenalina para todo aquel que quiera experimentar una salvaje y mortal experiencia sonora sin miramientos ni prejuicios.
Fuente: Elportaldelmetal
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