Descripción
Seis años después de Down to Earth aparece el primer álbum de estudio de Ozzy Osbourne tras su exitosa etapa como “actor”. Hace poco lo redescubrí tras casi veinte años sin seguir su trabajo y me sorprendió cómo el tío ha conseguido mantener un nivel más que aceptable todo este tiempo. Por tanto, como recién reenganchado al Crazy Train, la publicación de Black Rain es para mí agua (negra) de mayo, mayo de 2007.
Lo primero que llama la atención es una producción fabulosa, seguramente la mejor de toda su carrera, cuya contundencia omnipresente acude al rescate incluso cuando en ocasiones asoma la vulgaridad, como en Not going away, I don’t wanna stop o Countdown’s begun, en mi opinión los únicos temas flojillos de todo el disco. Pronto se nota que la voz de Ozzy se ha llevado buena parte de ese trabajo de producción, con filtros aquí y allá para disimular arrugas y el empleo de multitud de Ozzies al unísono en ocasiones en las que hace años habría bastado con uno solo. Claramente consciente de las limitaciones actuales de su voz, Ozzy se dedica a explorar su faceta cazallera (especialmente en Trap door) con resultados notables, en cuanto siempre conserva ese timbre que un colega mío definió como de “asesino subnormal” y que lo hace inconfundible. Me gusta incluso más así.
Por su parte, Zacarías Wylde sigue encuerpando al mismo ritmo que el tono de su guitarra, que no para de ganar pegada, eso sí, a costa de ir perdiendo la agilidad e imaginación que exhibía en sus tiempos imberbes. El menú base empieza a ser un tanto previsible: ritmos aplastantes adornados con armónicos “wi-wi” espasmódicos marca de la casa y solos pentatónicos emergiendo entre el oleaje del wah-wah. No vendría mal una salsa especial como aderezo, y es en esto donde parece que Zakk ha volcado esta vez su creatividad, adornando casi todo a golpe de teclado en el mayor despliegue de colchoncitos, líneas y texturas de sinte que recuerdo en un disco de Ozzy. A juzgar por el resultado, debemos lanzar vítores al mestizaje bien elaborado.
De los temas, Black Rain es el que más me convence. Con un muy notable estribillo en el que Ozzy y Zakk cantan lo mismo pero cada cual entrando y saliendo a su bola, ofrece una crítica a la presencia militar occidental en Oriente Medio, ambientada de manera que permite al oyente predispuesto colocarse en situación: cuando escucho la armónica inicial y el suave overdrive de la guitarra, puedo fácilmente imaginar un paleto, no sé, de Arkansas por ejemplo, sintiendo en su pecho el índice del Tío Sam y corriendo con orgullo a alistarse. Más adelante, la línea de sinte de corte arabesco con las tropas desfilando de fondo, me pone los huevos de corbata sin necesidad de estar allí físicamente. Otro plato fuerte es The Almighty Dollar, que combina vacile siniestro y cínico con andares mastodónticos y estridencias de sinte de manera muy resultona. Respecto al medio tiempo y/o balada habituales, léase aquí Lay your world on me y Here for you, decir que Ozzy conoce la receta de memoria y la ejecuta sin retoques. ¿Para qué enmendalla si siempre funciona?. Si bien algunos calificarán su presencia de pastelazo, a estas alturas a nadie puede pillar desprevenido. Ozzy es así desde So tired, incluso si me apuran desde Changes o She’s Gone, y es esta habilidad para combinar la chacina con merengue lo que más le admiro.
En definitiva, álbum tras álbum, Ozzy se las apaña para tener algo que decir, y aunque en el fondo se trata de lo mismo de siempre, en la forma demuestra una capacidad de adaptación que debe ser la envidia de sus coetáneos del gremio. Larga vida a este chalado que no tiene un pelo de tonto.
Fuente: Elportaldelmetal
Valoraciones
No hay valoraciones aún.