Descripción
No sé cuántas fueron las veces que, de pequeño, escuchaba en un canal conocido como “MTV” a una guitarra con un sonido muy peculiar. Cuando me acercaba al televisor, veía a un hombre joven vestido como un indigente con una guitarra volteada a la derecha, otros extraños sujetos vestidos de igual forma, un montón de chicos dentro del gimnasio de una preparatoria y a un conserje muy carismático. Me quedaba muy entusiasmado mientras aquel video tan enérgico me hacía saltar como loco en la cama de mi habitación. Pero más sorpresa me daba al ver que, no mucho después, estaba yo con mis padres saltando en la misma cama, porque también amaban la canción como yo. Era un tema del que sólo entendía ”Hello, hello, hello”, o algo así. Pero la atmósfera tenía algo tan envolvente que me hacía entrar en éxtasis.
Indiscutiblemente, Nirvana, para bien o para mal, fue la entrada de muchos jóvenes como yo al mundo del Rock y, posteriormente, al del Metal. Con la mega difusión que tuvieron no sólo en su natal estado de Washington, sino en el mundo entero, Nirvana se posicionó como la banda del momento. En todos lados se vivía la Nirvanamanía, mientras los adolescentes cansados de los típicos “Lick me the cock, babe”, “You’re a Sexy Beast” o el “I Love You” de las radiofórmulas que venían cobrando su buen dineral a raíz de satisfacer el morbo y la lascivia de una mayoría en la región, se lanzaron a la calle a agitar a las personas. Smells Like Teen Spirit, o, mejor, Kurt huele como desodorante de mujer, aún sin trasmitir ningún mensaje en concreto, se convirtió en el himno de toda una generación. Nirvana eran jóvenes desarreglados, valemadres y con una actitud rebelde. Popularizaron un arquetipo social (que NO crearon) que luego sería imitado hasta la saciedad por un montón de personas creyendo ser importantes por actuar de ese modo.
La huella que dejó Nirvana en el Rock es increíble y muy, pero que muy interesante de analizar. Si bien ni en sus sueños habían creado lo que se conoce como Grunge (Hardcore Punk, Doom Metal, Rock Alternativo, Heavy Metal y siga metiendo usted géneros en la licuadora), se hicieron con un estilo musical minimalista, picante, repetitivo y que no tenía mucho sentido en el fondo. Padres, en especial el señor Cobain, de un sentimiento melódico que poco podía con los estándares de la época. Nirvana enseñó al mundo que se podía ser bien cabrón y también una persona muy social. Bipolares, jodíos y hasta desequilibrados, pero tenían ese feeling que tanto gustaba. Señores y amos de la locura hormonal durante una etapa crucial en la vida de cada uno: adolescencia.
Sé que podrá sonar exclusivo y hasta despreciativo para los otros miembros de la agrupación, pero no se puede entender a Nirvana sin el señor Cobain. Por eso es que, luego de su épico suicidio, la banda inteligentemente se disolvió. Kurt Cobain le dio a Nirvana la personalidad que tanto la caracterizó. Esos sentimientos de indisciplina, cataclismo sentimental e irracionalidad fueron los responsables de catapultar al grupo al estrellato y de una forma exacerbada. Cobain le inyectó a Nirvana todo su ser, tanto así que en cada canción podemos sentir un pedacito de él, un fragmento de aquella esencia punkarra y hippy. Kurt Cobain es para muchos un demente, para muchos un genio. Para mí: músico respetable con ideas muy interesante sobre la vida. Para nada un ídolo personal o alguien a quien admire demasiado, pero sí con un pensamiento y una idiosincrasia con los que me siento conectado.
Si bien con su gran debut, Bleach, habían consolidado una reputación, fue con el disco del bebé, Nevermind, que llegaron a ser tan conocidos como lo son ahora. Un álbum muy “tranquilo”, melódico, con canciones de dos acordes y líricas que aparentemente no dicen nada pero trasmiten más de lo que crees. Personalmente, aún reconociendo lo importante de su segundo disco, el primero se me hace más completo. Pero, sin entrar en mis gustos, lo que nunca pudo hacer Nirvana en Bleach lo remató con Nevermind. ¡Ni siquiera el nombre está bien escrito! Pero esa era la gracia. Nirvana era música alocada para gente que no quería seguir una tendencia generalizada.
Hablando de estos dos discos tan interesantes y disfrutables, cabe resaltar que hubo muchísimo material descartado durante las sesiones. Recordemos que Nirvana ya tenía un tiempito ensayando y lanzando botellas en el escenario antes de su debut discográfico con la primitiva y naciente Sub Pop de ese entonces. Quedó material ciertamente relevante de antes de Bleach y hasta casi terminar Nevermind. Canciones que, por una u otra razón, quedaron a la deriva. Todos esos temas que eran tan extraños que no encajaban dentro del término. O simplemente esas “Rarities” que tanto me gustan de mis bandas preferidas. Sea como sea, aquí les traigo un trabajo recopilatorio de lo mejor de Nirvana en sus mejores y peores momentos. Idas de olla, diversión, temas muy bien logrados que hubiesen hecho que álbumes como Nevermind ganasen enteros o descartes de esos que… ya saben, una noche loca con una loca chica (la grabadora de ocho pistas).
Incesticide es el monstruo del día de hoy. Un álbum recopilatorio de, como he mencionado, descartes, lados B completamente ignorados y canciones que quedaron por fuera. Personalmente, me gusta considerarlo como el “disco perdido de Nirvana”, porque es un trabajo que contiene a los Nirvana más experimentales, a los Nirvana más juguetones, a los Nirvana más “heavys” y a los Nirvana más controversiales. Joder, sólo con el título (“Incesticidio”: es decir, que ha ocurrido un acto de “incesto”, sexo con familiares, follar con la hermana calentorra, etc.) y la portada tan desequilibrada artísticamente como la cabeza de quien la diseñó, el mismo Cobain, me quedo aturdido.
Los motivos tras Incesticide no son necesariamente llamativos. Sub Pop, viendo bien que Nevermind había disparado el sistema musical “oferta/demanda” perteneciente a Nirvana, decidió publicar un álbum de “rarezas y lados B” (muy común de muchos artistas de renombre de los 80, copiándose la tendencia aún más en los 90 con bandas “clave”) para poder complacer a los fanáticos con un “nuevo álbum” de Nirvana. Siendo bastante distinto a ese “ganchero” Nevermind, Incesticide no fue muy bien recibido por las listas de ventas. Quedando como un álbum de “tierra de nadie”. Pero eso no le quitaba ni calidad musical ni veracidad. Siendo un artefacto extraño, sólo el que quería conocer a Nirvana como una entidad y no como la satisfacción de una eyaculación precoz soportaba a Incesticide. Sólo aquellos que decían “Es Nirvana y quiero oírlo y digerirlo completamente” fueron los que comprendieron al álbum como una realidad y un disco distinto que también tenía valor. Los que buscaban los ganchos y sencillos pegajosos, simplemente chuparon de dos o tres temas y se regresaron a sus industrias. Aún cuando algunas canciones fueron lanzadas como sencillos antes.
Digo que Incesticide es un álbum extraño y que no encaja porque simplemente no pertenece al momento y no se posiciona de la manera en que debería hacerlo. Primero, es un disco de recopilación de temas que estaban a la tentación de ser publicados y otros que sí pero no de una forma difusiva completa, así que no nos encontramos con algo que sea nuevo, del todo “inédito”. Segundo, entre el bombazo Nevermind y un muy incomprendido y diferente In Utero, Incesticide no es precisamente lo que esperaríamos de Nirvana. Un momento en que se buscaba un disco, quizás, a medias entre el gancho del disco del bebé y la madurez del disco del útero. Pero no. Incesticide es Nirvana en distinto momentos sentimentales y quizás no los más apropiados para un disco. Unos Nirvana “mixtos”, de varios estados.
Hay que entender a Incesticide como un momento transitorio de la banda. Un álbum que separa a los Nirvana hediondos a espíritu adolescente y a los Nirvana de introspección oscura. Un trabajo que trae a ese presente, 1992, a los Nirvana más desconocidos. Los Nirvana más extraños. Los Nirvana más poco exigentes. Los Nirvana de los momentos más duros y tristes, pero también los Nirvana de los más jocosos y de lujuriosos lapsos. Incesticide combina a los Nirvana inmaduros y a los Nirvana que todavía no daban esa “talla” que se exigían. Sencillamente, un trabajo que recopila a unos Nirvana eternamente transitorios. A los Nirvana de los chistes y a los Nirvana de las duras realidades sociales.
Incesticide está lleno de metáforas, canciones sin sentido y otros logros dudosos. Como la más reconocida del recopilatorio: Sliver. Un sencillo lanzado a comienzos de los 90 con Dive del otro lado. Molly’s Lips (cover de The Vaselines) y su significado tan “pecaminoso” como sencillo promocional de un álbum que contenía ese rocanroleo mezclado con la esquizofrenia y el humor en su estado más puro. Mexican Seafood del recopilatorio general Teriyaki Asthma, Vol. 1 y Beeswax del recopilatorio Kill Rock Stars. Mucha, mucha, mucha recopilación, tratando de meternos a los Nirvana etílicos y a los Nirvana pacíficos. Una combinación de todas esas etapas y momentos de unos Nirvana que no padecían y a la vez sí. Con la lírica de Cobain en momentos de estrés y la gracia del bajo de Novoselic en otras circunstancias. Se agarra de aquí y allá, pero la selectividad nos permite disfrutar de Nirvana con ese estilo “bipolar” que divierte, recrea, crea conciencia y reforma. Una compilación de todas esas cosas que lamentablemente quedaron por fuera en trabajos oficiales. Ah, cómo olvidar a Turnaround de Devo y ese perfil que le da Cobain al cover. Simplemente momentos lunáticos que no se repitieron reiteradamente en la carrera de esta agrupación.
Incesticide y sus 15 cortes (no dura tanto el álbum, cerca de 45 minutos) nos traen a la mesa una cena repleta de todo lo que representó Nirvana durante un momento. Sus grandes temas olvidados, sus diversos bateristas, sus productores tan elocuentes como Butch Vig y mucho más. Incesticide es una recopilación cruda que, más allá del motivo económico por el que fue hecha y se respeta, nos pone a pensar que Nirvana no fue simplemente la banda One-Hit Wonder como muchos quieren hacer ver. Incesticide gana enteros con cada escucha, y no sólo por ser nostálgico, sino que nos muestra a Nirvana en su forma densa, oscura, rápida, alegre, jovial, asombrosa y casera. Un trabajo de esos que, por ser recopilatorio, pasa casi siempre por debajo de la mesa, pero que tiene muchísima esencia para ser catalogado oficialmente como un trabajo de estudio.
Incesticide tiene gancho, percusión maja, te hace refrescarte y así sea dar algún movimiento de pie. Más allá de la archiconocida Sliver, temas geniales como Dive, Downer, Aero Zeppelin y mi preferida Son of a Gun (otro cover de The Vaselines, una de las bandas favoritas de Cobain) no pueden ser obviados. Aquí en Incesticide encontramos una mezcla de Hard Rock, Punk, Sludge, Pop y Rock Alternativo muy atractiva. Un periodo de entreguerra musical y una transición personal de aquella banda local de Aberdeen muy importante en Seattle a una de las agrupaciones más influyentes de todos los tiempos.
Y lo vuelo a repetir: Nirvana NO inventó nada. El Grunge le debe mucho a gente como Green River, The U-Men y Melvins, quienes llegaron antes y fueron fuerte influencia para el señor Cobain. Pero lo cortés no quita lo valiente, así que debo decir afirmativamente que ese sonido dulce, agresivo, melódico y disonante que plasmó Nirvana fue algo realmente innovador en la escena y fue la puerta de entrada al amplio mundo de lo que es el Rock en su generalidad. Sí, antes de Nirvana vinieron unos Pixies y demás bandas importantes de esa corriente poco comprendida (pero hermosa, muy hermosa) como lo fue el Rock Alternativo de las que Cobain mamó como prostituta, pero eso no vuelve a quitarme la potestad de afirmar que como Nirvana no ha habido banda. Payasos para muchos, intelectuales mágicos para otros. Para mí: una agrupación que, a pesar de haber obtenido una popularidad tan abrasiva que ellos JAMÁS se esperaron, respeto y aprecio por ese estilo que patentaron.
Inevitablemente, Nirvana tendrá sus detractores… aquellos que nunca vieron al trío de Cobain, Novoselic y Grohl como algo substancial en la música Rock. Pero también están aquellos que no dejan de alabar todos los días el nombre de Cobain como si se hubiese ido literalmente al nirvana y se convirtió en una deidad suprema. Para estos dos extremos polarizados con los que no me identifico, sólo le doy play a Incesticide y les grito a todos: “ES MEJOR ARDER QUE APAGARSE”.
Incesticide… probablemente uno de los discos más emotivos y con olor a viejo que he oído. En medio de tanta fama y brincos en los escenarios, Incesticide viene a recordar la banda simple, repetitiva y mágica que fue, es y siempre será Nirvana.
Stay away! Stay away! Stay away… God is GAY!!
Fuente: Elportaldelmetal
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