Descripción
¡Cómo me gusta equivocarme a veces! Cuando la bella soprano Tarja Turunen fue expulsada de Nightwish hace ya seis años por su jefe Tuomas Holopainen, vaticiné un incierto futuro al quinteto finlandés, máximo exponente de un movimiento, ese Metal Sinfónico con tintes Power y Goth “con chica al frente” que arrasó en el panorama europeo la pasada década y nos dejó una serie de bandas interesantes (Within Temptation, Lacuna Coil, After Forever…) alternas, como ocurre siempre, con docenas de mediocridades que terminaron por quemar la fórmula.
“Dark Passion Play”, el debut con la vocalista sueca Anette Olzon, confirmó mis temores, y a día de hoy me sigue pareciendo un ladrillazo con algún momento de interés, breves destellos de calidad, y también alguna de las peores canciones que este notable grupo de artistas ha compuesto (¿”Bye Bye Beautiful”? Eso no es un single; eso es un rebuzno).
Mi desencanto aumentó todavía más al comprobar que la cantante escogida era visiblemente más feúcha que la divina Tarja, con lo que ello conllevaba: Disminución en el interés de seres como yo, educados para degustar la belleza, y pérdida de uno de los elementos característicos del directo de Nightwish: la teatralización de muchas de las canciones, donde la diva cambiaba de imagen y de vestuario constantemente aumentando el atractivo de la puesta en escena.
El golpe más duro, en todo caso, que me llevó a dar por muerto el interés por la banda, llegó cuando actuaron en vivo en mi ciudad y comprobé la incapacidad de transmitir algo por parte de Olzon, que evidenció un carisma escénico nulo y cantó regular, con el bajista Hietala doblándola, cuando no sustituyéndola en las partes solistas de algunos estribillos de las piezas de Tarja, a las que nuestra sueca no llegaba.
Conclusión, que sentí que Nightwish aun tenían poder de convocatoria por inercia, por la curiosidad de conocer a la nueva frontwoman, pero salí pensando que, si el nuevo disco era tan discreto como “Dark Passion Play”, de este grupo solo cabría esperar la disolución, tras la cual Holopainen iniciaría una exitosa carrera como compositor de bandas sonoras de cine o videojuegos, el gollum Hietala vendería sus servicios al primero que se lo pidiera, ya fuese como tercer o cuarto guitarra de los Gunners de Axl Rose, o como técnico de sonido de sus paisanos Lordi, que a mi me da que a éste le trae sin cuidado una cosa u otra con tal de chupar cámara.
Anette Olzon volvería a cantar Pop, el guitarrista Emppu Vuorinem ingresaría en algún grupo de interés, pues es un pedazo de músico totalmente infravalorado –perra vida, que tienes que medir 1´90 y marcar abdominales para que se fijen en ti-, y al batería Nevalainen, no me preguntéis por qué, pero le veía completamente retirado del negocio, impartiendo lecciones de jardinería o bricolaje en un programa de la tele finlandesa.
Bien, cuatro años después tenemos entre manos el nuevo Cd de los de Helsinki, y debo decir que su escucha fulmina cualquier duda sobre el estado de Nightwish: El grupo está sano, goza de excelente salud, y me atrevo a decir que este es el álbum que tenían que haber grabado tras el exitoso “Once” de 2005. Las estructuras, el sonido, la interpretación, el planteamiento en general de Imaginaerum enlazan con el espíritu de aquel trabajo. Da la impresión de que con “Dark Passion Play” Tuomas Holopainen se obcecó en ofrecer un registro opuesto, como si quisiera borrar toda huella del estilo practicado con su anterior vocalista, con discutibles resultados.
Hoy, en pleno 2011, muy atrás ya el trauma de la ruptura, el león ha curado sus heridas y reaparece relajado, la gata Anette ha aprendido y mejorado mucho tras estos años de giras, y el talento y buen hacer que esta banda demostró desde “Angels Fall First” han reflotado, devolviéndoles a la actualidad con un disco que no llega al nivel de la primera etapa, pero garantiza que vamos a tener Nightwish hasta en la sopa, lo cual es una buena noticia.
Por lo pronto, el propio grupo va a realizar una película basada en el concepto del disco, idea que surgió sobre la marcha mientras lo componían, y que sin duda habrá motivado la inclusión de todas esas partes orquestadas, de ese carácter fantasioso que se desprende desde la misma portada. La música de Nightwish siempre ha tenido ese componente cinematográfico, y aquí se acentúa en temas como “Arabesque”, el melodramático diálogo de “Song of Myself”, o el title track, un pomposísimo instrumental que cierra el Cd, y que podría pasar por la banda sonora de cualquier película épica, parece que acabemos de ver otra entrega de las aventuras de Jack Sparrow y el Capitán Barbosa a bordo de la Perla Negra.
La introducción, una breve narración en finlandés –supongo- sobre capas y capas de teclados, da paso a “Storytime”, muy buen tema donde el grupo recupera el pulso, como ocurrirá en las siguientes “Ghost River”, “Rest Calm”, “Last Ride of the Day”… dinámicas canciones con toneladas de sonido marca de la casa, que por desgracia no nos hacen olvidar todos aquellos temazos de “Wishmaster”, “Oceanborn”, “Century Child” o el mencionado “Once”. Como mínimo, se echan bastante de menos los punteos melódicos y cuidados de Emppu Vuorinen.
Las buenas noticias llegan en temas lentos como “Turn Loose the Mermaids” (perfecta), y “The Crow, the Owl and the Dove” (fabulosa), donde podemos disfrutar por fin de una Anette a gran altura –la verdad es que está muy bien en todo el álbum-, y en esa mini ópera de trece minutos que es “Song of Myself” consigue emocionar con su recitado. Si, si. Esta chica, que admitía que jamás había escuchado a Nightwish antes de 2006, a quien una hermana pequeña sugirió que se presentara al casting, ha aprendido a actuar muy bien, y en esa larga pieza se luce.
“I Want my Tears Back” tiene un dibujo de gaita de música celta que siempre queda bien en este tipo de temas, y “Slow, Love, Slow”, pese a lo desafortunado del título, es otra de las sorpresas del lote: un tema con atmósfera decadente, recuerda a ese tipo de canciones sobre la vieja Europa que escribían autores como Kurt Weill, y que interpretan artistas de escenas muy alejadas a la nuestra como la alemana Ute Lemper. Interesante verles moviéndose en texturas diferentes.
Claro que quienes ven en este grupo una simple broma encontrarán motivos para la burla en esa delirante “Scaretale”. Quiero pensar que es uno de los temas que compusieron ya con las imágenes de la anunciada película en mente, pero queda un poco ridícula, la verdad. Aquí Olzon canta como una bruja, a base de grititos chorras, pero el que se sale del mapa es el inefable Marco Hietala con su histrionismo.
El otro día, cuando hablé de Marillion, mencioné la figura del bufón, ese personaje que delataba a los traidores o contestatarios en la Corte. A Hietala el personaje le va como anillo al dedo, me lo imagino con unos cascabeles al extremo de cada trenza de la barba, y me lo imagino con más nitidez aún susurrando al oído de Tuomas en los tiempos de Tarja: “Echala, Oh, Todopoderoso, tu eres el único líder, échalaaaaa, Nigthwish es tu tesoooooro”, …Y realmente parece haber nacido para cantar esa especie de zarabanda que se marcan en mitad de la canción. Este tío ya ha conseguido su objetivo en la vida, se ha ganado la posteridad, ni Otis Redding interpretando «Dock of the Bay».
Nightwish han vuelto con un disco denso al que vale la pena dedicar unas cuantas escuchas, otros 75 minutos más de música, en los que yo hubiera cambiado tanta orquestación por unos cuantos solos de guitarra, pero es agradable haberlos recuperado en una forma tan aceptable. Bueno, y que Anette Olzon me parece feilla, pero la invitaría a cenar. Como antesala a una cita con Tarja Turunen, eso si.
Fuente: Elportaldelmetal
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