Descripción
Si en algún momento alguien nos preguntase cuál es el álbum de Morcheeba que más nos gusta, no habría lugar a dudas: Big Calm es el disco. Y lo es por muchos motivos, casi tantos como la cantidad de influencias y géneros con los que coquetea la banda, y con los que consigue elaborar un tapiz de textura y densidad variable a lo largo de los 11 temas que lo componen. Es posible que Morcheeba sean catalogados en estilos tan amplios como el chill out, el R&B, el trip hop o el new age, además de cruces y variantes entre esos y otros estilos. Pero, al margen de todas las etiquetas posibles, eso no hace otra cosa más que poner de manifiesto la riqueza con la que la banda trató de elaborar un sonido propio, personal y, casi, inimitable.
Y decimos que es casi inimitable porque, seguramente, hayas oído otras propuestas muy similares, lo que ocurre es que, aunque puedan parecerse en forma, siguen sin aproximarse del todo al fondo y al nivel de calidad de “Big Calm”. Y no lo hacen por una sencilla razón: la diferencia en los detalles; y, sobre todo, por la diversidad de arreglos que presenta Morcheeba y el modo de integrarlos sobre unas bases que, jugando con los sampleos y los instrumentos más diversos que puedas imaginar, logran un conjunto armonioso y orgánico. Y todos esos arreglos y matices beben de fuentes tan diversas -al menos en apariencia-, que casi parece un milagro que el resultado sea tan redondo. Así, y a poco que prestes atención, vas a poder observar que en canciones como “Let Me See”, por ejemplo, existen detalles en forma de arreglos de guitarra que provienen del rock psicodélico de los años 70, ese mismo que integraba en su sonido la influencia del blues y el soul. De esta forma, en este ejemplo concreto -aunque es aplicable a varios de los temas del disco-, la banda integra no sólo ese tipo de elementos y referencias, sino una base instrumental que, elaborada en base a una secuencia rítmica programada, se atreve a acoger, incluso, una flauta travesera. Esto, que puede sonar la mar de vanguardista o complicado, tiene la gracia de que sucede a lo largo del LP sin que te des cuenta, al tiempo que se van incorporando ecos que vienen de otros estilos como el jazz y el reggae. Es decir, que las canciones funcionan y, sobre todo, fluyen con una facilidad pasmosa. Y cuando los distintos elementos que componen un tema pasan por tus oídos sin que notes nada que desentone, es que la labor de composición y arreglo de la canción ha sido magistral, que sus referencias están muy bien asimiladas. La banda, aquí, sabe perfectamente de dónde viene, y cuál es la orientación que quiere llevar.
De este mismo modo, podríamos destacar, también, cortes como “The Sea”, una de las obras maestras del grupo y, probablemente, el buque insignia de este LP. Un tema que logra zambullirte hacia lo más hondo del mar, sumiéndote en una sensación de paz brutal; aunque también pueden llamarte la atención temas como “Shoulder Hoster”, “Bullet Proof” -un tema que, sospechamos, tenían en mente Blink-182 cuando compusieron, años más tarde, “The Fallen Interlude”-, “Friction” -que bebe directamente del reggae-, o “Big Calm”, el tema que cierra el disco de una forma absolutamente magistral. Todo en este disco está elaborado en torno a unas líneas rítmicas tremendamente sólidas, pero sutiles. Las bases sobre las que se construyen melodías y secciones son consistentes, al tiempo que mantienen un nivel de variedad en las dinámicas perfecto.
Podríamos seguir desmenuzando el sonido de Morcheeba en este LP, pero es algo absolutamente innecesario, especialmente cuando se tiene la posibilidad de escucharlo por uno mismo. Es algo que siempre recomendamos, no hay duda, pero en casos como este nos gusta hacer hincapié en ello, porque “Big Calm” demuestra que Morcheeba no sólo estuvieron tremendamente inspirados cuando compusieron este álbum, sino que se encontraban en un estado de gracia de esos que raramente vuelven a repetirse. ¿Cuál fue el resultado de ese momento único? Un mosaico cuyas partes son tan ricas como la propia imagen que representa.
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