Descripción
Tras dos EP, S/T y Verdadera fe, La Inquisición ha decidido que era el momento de meterse con elepé. O algo a medio camino entre el pequeño y el gran formato. Y es que LVX, grabado en el estudio de Marc Trueba (“un amigo”), cuenta con nueve cortes, lo que se traduce en 26 minutos de duración. Aun así, suficiente para dejar claro que la banda funciona como un tiro.
Lo primero que podemos destacar es la portada (relacionada con la historia más oscura de la península), a partir de una fotografía de Richard Terré en riguroso blanco y negro. Este recurso no deja de poner de relieve el juego de luces, el mismo que encontramos en el título del disco. Porque este es uno de los ejes del disco: “Sin luz no hay sombra y sin sombra no hay luz”, “nuestro rollo tiene un punto oscuro pero con una tenue luz al final. Todo parece una puta mierda pero también parece que hay un vestigio de esperanza”.
El disco empieza con Falsos profetas, sin apretar el acelerador. Es decir, la primera pista funciona como lubricante de lo que vendrá. Se muestra con un ritmo pausado, entrando en materia, pero con una actitud absolutamente asertiva. Los riffs son limpios y el solo de guitarra aparece como un puñal. La letra recoge la teoría del título de la obra y la expande: desde la oscuridad se ve la luz. Aun así, la lírica -tal como está presentada- puede derivar en significados alternativos, ya que vale tanto para mirar hacia la religión como hacia la industria de la música, e incluso hacia cualquier esfera que genere ídolos.
El final golpea con la huella de lo que ha convertido a La Inquisición en la gran banda que es. Un bajo poderoso nos introduce el corte, y acto seguido el resto de instrumentos y, finalmente, la voz de Rubén abren espacio. Este momento es como una bocanada de aire que llena llo pulmones, porque el frontman no entiende de puentes y estrofas, pues clava la bandera de la intensidad desde el primer momento y de ahí no se mueve. De esta manera, la pista se configura casi como un estribillo perpetuo: se podría decir que el inicio se comporta como un final. Y esto no deja de ser paradójico, ya que los versos finales trabajan a la inversa: “Soy el final, yo soy la nada” (podemos entender la nada como el principio de algo).
Octubre se aferra a la idea de resurrección vital (desde un punto de vista conceptual, se puede ligar sin dificultad a los conceptos de final y de nada), de oscuridad y de luz ya desde los primeros versos, para un tema que separa de forma clara lo que es la estrofa y lo que es el estribillo, el segundo además muy directo. En esta misma línea, lo que también funciona genial son los continuos riffs que dispensa la pista, todos cargados de energía y velocidad.
La potencia no disminuye con La huida, aunque cabe señalar que el resultado no es tan redondo. El estribillo fluye muy bien, asentado en lo melódico, pero la estrofa tal vez adolezca de un último limado que le reste aspereza. Por ello, el resultado hermana la canción con el hardcore!. En este caso, La Inquisición nos deja un tema de clara intención crítica, ya que la letra se centra en los refugiados, una figura que aquí aúna el hecho de la caza, la muerte e incluso la tan presente nada. Todo puro sufrimiento.
El inicio de La enfermedad es sencillamente notable por el riff que nos recibe, muy próximo al rock and roll, aunque también nos da algo de punk rock hasta que entra la voz, momento en el que la rabia desborda y se apodera del relato, una enfermedad (bien podría hablarnos del consumo, “que infecta mientras llegas a claudicar” ) que cala hasta los huesos. Los coros, la melodía y, especialmente, la interpretación se revisten de nihilismo y desesperación, concretando una de las mejores pistas del álbum. Y con ella cruzamos ecuador del elepé.
En Redención, como en La huida, volvemos a tener un recorrido oscuro, con hechuras de street punk, pero no tan salvaje, sino marcado por el hastío y unas guitarras garajeras. Rubén, por su lado, rodea lo gutural, aunque no termina de romper, y los coros que llevan la pista hacia lo melódico. La letra, más que explicar, se desenvuelve a base de brochazos, construye un instante de incertidumbre que, o bien nos puede situar en la España negra, o bien nos adentra en la esfera de lo personal.
En séptimo lugar encontramos la gran pista de LVX, Rosa de mort. Tiene unos segundos iniciales zen que denotan reflexión y que suponen una llamada a la cordura. Ese instante (que también se refleja -con comicidad- en el videoclip) contrasta con el fulgor de un punk, el cual nos remite a Inglaterra. El resultado desprende un carisma arrollador, que se vuelve hasta épico en el estribillo, con su amalgama de añoranza, rabia y la distancia de la reflexión. Igualmente, por su contenido, se percibe el dilema de ser juez y parte. Rosa de mort es una explosión de impotencia, y esto se torna palpable cuando la multiplicidad de voces se ejecuta. Desde la sencillez, aparece la pena por aquello que degenera, se pierde o se destruye sin aparente remedio.
El título hace referencia a la Rosa de foc [rosa de fuego], que es el apodo utilizado a finales del siglo XIX y principios del siglo XX para referirse a Barcelona debido a su espíritu anarquista. La formación catalana le rebaja la categoría (¿habrá vuelto a su estatus tras los acontecimientos postsentencia?) para definir una ciudad que se encuentra “varada” en la orilla y sin asistencia. Este himno (que estuvo a punto de caerse del disco) tiene tanto de amor como de odio, igual que la ciudad condal.
Todo pasa tiene una melodía muy regular, como si quisiera dar a entender un recorrido que simplemente está para ser atravesado. El estribillo haría de momento de lucidez en el que uno repara el cuanto le rodea. La canción nos habla del transcurso de las cosas, de un statu quo en el que nadie es relevante, nada perdura y nada queda (“todo pasa”, dicen, como lo hiciera en su día Serrat). Entre la nebulosa de cosas que se pierden, que pasan, volvemos a tener presente las ideas de principio y de final, enlazadas como un continuo que, a su vez, niega ambos valores. Porque todo es nada.
La pista final, Verte amanecer (original de Dorian), muestra una cara diferente de La Inquisición, no tan dura, no tan veloz, no tan enfurecida (y si me apuras, se atisban recursos pop). Aquí la batería gana presencia a partir de la sencillez y lo gutural juega un papel diferente, igual que los coros: ambos se tiñen de tristeza romántica, la misma que trasluce la letra. Ésta junta a Dios, el amor y el encontrarse a uno mismo a través de visualizar una meta. La pista elimina el carácter popie de la original para abrigarse a las maneras de La Inquisición.
LVX, el primer larga duración de La Inquisición, se presenta como un disco conceptual sin serlo. Básicamente, porque traza un recorrido lírico-musical que se asienta sobre motivos recurrentes y muy definidos: la oscuridad, el inicio, el final, los recorridos vitales… y además lo hace con canciones que no resultan repetitivas, unas no son ecos de otras. Y es que la banda catalana ha sabido dosificar y estancar cada uno de los argumentos de manera adecuada. Pese a su corta duración, 26 minutos, posee suficientes elementos para percibir una gran formación y un directo arrolaldor.
Fuente: Rocktambulo
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