Descripción
Lo primero que imaginé al conocer el título del disco… fueron aquellas viñetas de un ejemplar cualquiera de El Capitán Trueno (¿será ésa la fuente de inspiración?), nuestro héroe se veía acosado por los rufianes y blandiendo su espada luchaba en inferioridad y mientras se liberaba de éste o aquel a golpe de mandoble exclamaba con admiraciones “¡¡¡Tierra, trágalos!!!”… (Alex y Marina seguro que son devoradores de cómics). Así comienza la info de este disco que firmó Julio Ruiz (Disco Grande, Radio 3) y que continúa del siguiente modo…
Tierra, trágalos la integran catorce canciones, grabadas a finales del año pasado en el propio estudio de Alex con el apoyo de Antonio Illán como técnico de sonido. Y junto al dúo dirigente (Marina Gómez Carruthers, voz, y Alejandro Martínez, guitarras), completan la formación Paco Martínez en el bajo y Antonio de Vicente en el teclado y secuenciadores. Ellos son Klaus & Kinski, uno de esos ascensos a primera línea del territorio indie, la excepción de la regla que sacude alborozada el estado de las cosas en ese mundillo tan nuestro. Una historia con final feliz que apenas data de hace dos años, en el transcurso de los cuales fue tal la catarata de elogios (que se hace extensiva a distinciones por parte de la prensa, entusiasmo por parte del público y, claro, buenas ventas) recibida por el álbum “Tu hoguera está ardiendo” (Jabalina 2008), que para calmar las ansías de nuevas canciones publicaron el mini CD “Por qué no me das tu dinero” apenas medio año después (Jabalina 2009). Para quien se quedara sorprendido y enganchado por la intensidad de las guitarras de “Lo que no cura mata”, la delicadeza de “En la cama”, el rockandroleo de “Rocanrolear”… claro está, el clímax de “Nunca estás a la altura”, la distinción de “El Cristo del perdón”, el arrebato del bolero “Mengele y el amor” y así sucesivamente (todas ellas incluidas en “Tu hoguera esta ardiendo” -Jabalina 2008-)… este segundo álbum en la carrera de Klaus & Kinski es otro catálogo de cómo tocar todos los palos haciendo gala de un eclecticismo soberbio y descarado y apropiarse del molde. La nueva entrega de los murcianos (generosa en duración, pues casi todos los temas están en torno a los cuatro minutos y pico) se abre con la contundencia de “Ya estaba así cuando llegué”, marcada por esas bases que les caracterizan y de ambientes y contrastes que la emparejan con “Ley y moral”, el hit elegido como primer vídeo promocional del disco.
Dos “temazos” llenos de sombras alargadas en los que Marina ejerce de vocalista susurrante antes de que entre la tormenta guitarrera. Acto seguido, podría ser que Devendra Banhart o la Incredible String Band se hubieran escapado para acompañar la proclama-deseo infantil de “Mamá, no quiero ir al colegio” en clave incluso vaquera. De la misma familia, pero en el otro extremo del disco, con oleadas de clima surfero, que transmiten paz y relax, son las noticias que nos trae “El fin del mundo”. Pero el volteo al tema country viene de inmediato cuando el espíritu de OMD o A Flock of Seagulls -¡qué resultón ese sinte tan ochentero!- toma posesión en “Brilla como una estrella”. Atención!!! Porque a la altura del corte 4 está el momento insólito –bueno, tratándose de ellos, no, quizás no- con la entrega “real” de esa maravilla titulada “El rey del mambo y la reina de Saba”. Ahí queda una copla, con todos los ingredientes y profusión instrumental, para la posteridad –Almodóvar, ¿dónde estás?… que aquí tienes canción de futura banda sonora- con Marina, travestida de Juanita Reina o Lolita Sevilla. No es el único flash retro. Porque, con un título como el de “Carne de Bakunin” –ojo que Woody Allen también podría pescar aquí…- ¿quién imaginaría se esconde un homenaje al afamado anarquista en clave swing, medio music-hall, medio canción popular de las estepas rusas? Claro que, en el extremo opuesto de la mesa política, hay otro “invitado” (Hitler) que empieza su discurso mientras le secunda un piano que abre paso a la bossa “Deja el odio para después de comer”. Profundizando en esta temática social, que hay compromiso y mensaje trascendente se nota en la solemnidad, a golpe de cuerda, que adorna la folky “Los niños muertos y la decadencia política” (otra canción y otro título para enmarcar).
Pero hay más: teclados infecciosos que se empeñan en taladrar el muro de guitarras levantado por Alex en “Eres un sinvergüenza” o que se hacen más ruidosas aún en “Luego vendrán los madremías” recordándonos a aquellos Stereolab del 96, la incitación a la pista de baile –por un momento las luces de neón y las lentejuelas parece que nos deslumbran en una boite de los 70’- con la italo-disco “Forma, sentido y realidad” que unas Baccara hubieran convertido en “number one” en medio mundo y el toque de funky de “Sobria y serena” (¿será posible que se hayan “atrevido” a hacer un disimulado homenaje a Sonia y Selena aquellas que hace años “bailaban toda la noche”?) premeditadamente histriónico en su inicio “made in the Bee Gees” de “Saturday night fever” que por arte de magia ellos transforman en una suerte de Mika vs Jamiroquai. El último corte y un perfecto cierre del disco lo pone “Desidilio”, (toma ya, de nuevo, juego de palabras entre “desidia” e “idilio”) que podría ser pariente cercana de “Sintigo o sin ti” (incluida en su disco de debut), que sirve para volver a dejar las cosas en su sitio… Porque esta vez lo han vuelto a hacer. Se abre el catálogo y hay de todo, de casi todos los estilos. Así de camaleónicos pero con firma personal e intransferible son Klaus & Kinski. La pregunta para el futuro es: ¿qué palo les queda por tocar?
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