Descripción
Tras analizar en los últimos tiempos sus novedades discográficas, estaba muy claro, si tenemos en cuenta, además, que este año ha cumplido 20 añitos, que la elección más idónea era este símbolo de nuestra música: Arena En Los Bolsillos, con casi un millón de copias vendidas en su momento. Enhorabuena, Manolo.
Si me pongo a fantasear podría lamentar no haber visto nunca a The Beatles o Led Zeppelin en directo, pero si alguna espina más realista llevo dentro es la de haber desaprovechado ocasiones para ver a El Último De La Fila. Vale que yo era casi un adolescente cuando lo dejaron pero, visto con perspectiva, enfada. (Como también me ocurre con la gira Omega de Enrique Morente y Lagartija Nick o con Platero y Tú –por cierto, Bunbury nos dio la posibilidad de quitarnos la de Héroes del Silencio-). Errores de juventud, claro.
Creo haberlo escrito en alguna ocasión en alguna parte, EUDLF era una banda de esas que mantuvieron el buen recuerdo en mi memoria desde muy chiquito. Hasta tal punto que, confieso, llevaba mal que en los bares pusieran canciones de este disco que nos ocupa. Había algo en mí que hacía que lo rechazara. Puede tener que ver, en parte, que coincidiera con el primer año que salí de casa de mis padres a hacer esa locura malsana llamada periodismo. En fin, temores de postjuventud.
El caso es que cuando hay apoyo comercial detrás, si el material es bueno, acaba abriéndose paso y este Arena acabo golpeándome en su plenitud aproximadamente un año después de su lanzamiento. Así, recibí Nunca El Tiempo Es Perdido con la ferocidad del hambriento y, con desmedida ilusión, por fin, lo vi en directo en aquella gira legendaria.
No hay ni un solo tema prescindible en la lista. El Arena se abría con la colección de cómic dibujada en ‘Prefiero El Trapecio’. Circo y filosofía vital para el hombre que juega con cartas marcadas a la derrota. Una de esas pequeñas lecciones que dan los sabios circunspectos y, por lo general, silentes y reflexivos. El traqueteo inconfundible de la batería, los arreglos de cuerdas y el indisoluble toque a-rumba-do de su voz. Más reposada, casi lorquina, ‘Carbón y Ramas Secas’ es lamento de desamor en carne viva. “Si ahora pudiese estar mirando tus ojos iba a estar escribiendo aquí esta canción”.
Por la misma senda camina ‘Del Bosque de tu Alegría’, otro canto agradecido que regala incontables versos maravillos, de principio (“Porque de ti volví a aprender el nombre de las cosas”) a fin (“Borrar las señales de vuelo para que los pájaros sean dueños del cielo”). Siempre me llamó la atención la mezcla vocal en este tema, en el que casi parece dejarse adrede el golpeo del aire en el micrófono. Como el ‘Entre Dos Tierras’ de HDS, ‘Pájaros de Barro’ es un tema que trasciende el tiempo y la distancia. Un símbolo. No por ello la mejor canción pero sí paradigmática. Hiperradiada, hipercantada. Y eso siempre lleva a cierto hartazgo que impide ver su valor objetivo. Confieso que esta canción me hizo llorar muchos años, especialmente con el verso: “en los vértices del tiempo anidan los sentimientos”.
Todavía sin alcanzar el ecuador y ya extasiados, ‘Sobre El Oscuro Abismo En Que Te Meces’ es, sin duda, el tema más cercano a EUDLF, incluso en la sonoridad de “antiguos verbos” y compases. Un bamboleo coplero de contradicción ante la ruptura que es arrebatador: “ahora sé que acabó lo que compartimos” nos sacude en ‘A Quien Tanto He Querido’. Con el alma sobrecogida, llega ‘Como Quien Da Un Refresco’, a quien solo ‘Mientras El Observo Al Afilador’ le impidió ser el número 1 en #Mis10de que hice de Manolo García hace unos años. Una balada de bellos arreglos de teclas y estribillo grandioso. “Te confieso que no atino a encontrar la calma” cada vez que la escucho. Posiblemente, su mejor letra.
En liga similar a ‘Pájaros de Barro’, ‘Zapatero’ y ‘A San Fernando, Un Ratito a Pie y Otro Caminando’. La primera un medio tiempo que quizá (herejía) abusa demasiado del estribillo y, la segunda, un rock más inmediato que se va viniendo a más cuanto más corpóreo se hace el texto, hasta el atinado “enséñame las fotos que tienes en tu caja de galletas”. En ‘La Llanura’ también viene olor a EUDLF, sobre todo por la estructura de la canción, quizá atemporal o impropia comparada con el resto, predominancia de líneas de bajo mediante.
El trallazo más inmediato y directo es ‘Viernes’, uno de los mejores retratos de las noches de ligue y marcha, como el ‘Un Día Más’ de Reincidentes. “Dame alguna pista o dime ya te llamaré. O llámame. Tu nombre al menos, si vas a desaparecer. Hoy es viernes y los sueños brillan más”. El cierre de temas inéditos concluía con la acústica y flamenca ‘La Sombra de una Palmera’, buen complemento por su perfecta ejecución en sonido, ritmos, palmas y percusión.
Siempre generoso en los metrajes (casi no hay disco de Manolo que no supere la hora de duración), el álbum culminaba con una versión acústica del ‘Carbón y Ramas Secas’, versión alternativa que después multiplicaría a otros cortes con la edición de los singles de, por cierto, cierre casi imposible de una belleza plástica considerable, y de una instrumental del ‘Pájaros de Barro’, con esas palmas por tangos iniciales.
Como ocurrió con sus admirados Triana con El Patio, a Manolo le fue difícil superar (quizá nunca lo ha hecho) la grandeza de su debut. A veces se ha quedado muy cerca (Nunca El Tiempo Es Perdido, Para Que No Se Duerman Mis Sentidos, Geometría Del Rayo) que otras (Saldremos a La Lluvia, Los Días Intactos), pero por el camino ha ido buceando en otras influencias, llevando a terrenos más americanos y menos castizos u orientales su melismática voz.
Fuente: Rocksesion
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