Descripción
Corrían malos tiempos para The Doors en el año 69. Acababan de publicar “The Soft Parade” en aquel verano, pero la respuesta de los críticos y el público fue realmente fría. ¿El motivo?, el sonido de aquel disco, un pop sofisticado que se dejaba adornar por secciones de viento-metal y orquestaciones, y una banda que apartaba la vertiente más salvaje y psicodélica para decantarse por canciones un tanto inofensivas, a pesar de que varias de ellas llamaron la atención y hoy en día son reconocidas como clásicos de la discografía, mírese la preciosa “Touch Me”. Para colmo, Morrison se recreaba en su voz de barítono sin atacar como antaño, sino que más bien jugaba a ser un elegante “crooner”. No fue un mal disco, claro que no, pero pareció poco para el potencial del grupo.
Apenas unos meses más tarde, ya en 1970, The Doors buscaban responder a ese momento con un nuevo trabajo totalmente diferente en sonido y concepto. Hablamos de Morrison Hotel, el quinto álbum de la discografía, y donde las influencias blues que se perfilaban antaño pasaban a un primer plano, endureciendo el sonido que a su vez se completaba con unos textos menos crípticos y más resueltos, aunque siempre con el toque intrincado de Morrison.
La grabación del disco no fue fácil, y es que Jim comenzaba a jugar demasiado con las drogas y el alcohol, lo que hacía que su voz se resintiese por momentos. Fruto de sus abusos llegaron también los problemas con la justicia, y eso suponía un quebradero de cabeza para sus compañeros y productor. Es decir, comenzaban las tensiones internas.
Paul Rotchild repetía nuevamente en las tareas de producción, y grabó con ellos en los Elektra Sound Studios, ayudándoles a desarrollar ese sonido blues que a partir de ahí comenzaría a ser protagonista. Buscaban que las guitarras de Krieger sonaran mucho más potentes, y que los teclados de Manzarek dejaran de lado esos sonidos psicodélicos para mostrarse más eclécticos. Densmore simplemente se dejaría llevar por el sonido, y buscaría el mejor golpeo posible para las composiciones, completando así un trabajo fascinante.
Además, a ellos se les unirían músicos de sesión como el bajista Ray Neopolitan, encargado de tocar en todas las canciones excepto en “Roadhouse Blues” y “Maggie M’Gill”, que ahí se encargaría Lonnie Mack de pulsar las cuerdas de su bajo. John Sebastian también se uniría al club de músicos de sesión, aunque esta vez tocando la armónica puntualmente.
El álbum se divide en dos partes. La primera de ellas se llama “Hard Rock Café”, y se inaugura con la ya citada “Roadhouse Blues”, un potente blues rock con excelentes teclados de Manzarek, y donde sobresale precisamente la armónica de John Sebastian. Mientras tanto, Morrison nos muestra una voz más áspera que de costumbre, unos dicen que es porque sus cuerdas vocales empezaban a resentirse debido a los excesos que estaba cometiendo, mientras que otros aseguran que era por imprimirle carácter al nuevo sonido. Por cierto, ojo a los riffs y a los puntuales solos de Krieger.
Curiosamente, una de las canciones que se desmarca del sonido blues, y mantiene todavía una fuerte influencia psicodélica es “Waiting For The Sun”. Se entiende cuando realmente fue gestada durante las sesiones de grabación del disco del mismo nombre, publicado en el 68. Los teclados de Manzarek se muestran protagonistas, en detrimento de las guitarras de Krieger. Morrison recuerda claramente al de los tres primeros trabajos, y firma un estribillo tan machacón como magnífico.
“You Make Me Real” fue el primer single del álbum. Un rock & roll corpulento y juguetón donde todos los músicos de la banda aportan su granito de arena. “Peace Frog” sigue con la senda rockera del anterior tema, donde los riffs de Krieger son adornados con el ya mítico efecto “wha – wha”, aunque a mí me gusta y mucho la labor que aquí desempeña Densmore a las baquetas.
Tal como termina este tema, comienza la maravillosa balada “Blue Sunday”, dedicada por Morrison a su pareja Pamela. Delicada y con unas líneas vocales maravillosas.
La primera mitad de este disco termina con “Ship Of Fools”, una canción bien guiada por los teclados de Manzarek, y que contiene unos textos que reflejan la extinción de la humanidad, que ellos reflejan como culpable autodestrucción de la propia especie.
La segunda parte del disco se llama exactamente igual al álbum: “Morrison Hotel”. La inicia una composición ciertamente desenfadada que responde al nombre de “Land Ho!”. Quizás sea la que menos me llama la atención, al menos bajo mi punto de vista. Incluso los textos parecen estar menos trabajados.
Ese desaguisado lo arregla “The Spy”, una de las más influenciadas por el blues, conteniendo una instrumentación maravillosamente cuidada, y un Morrison interpretando como en sus mejores momentos. El tempo, lento para recrearnos en todos sus matices, que desde luego no son pocos.
“Queen Of The Highway” es otra de las canciones dedicada por Morrison a Pamela, aunque esta vez con un tempo más acelerado y con cambios de ritmo ágiles para ser degustados por nuestros preciados oídos.
“Indian Summer” es calmada, sosegada, delicada, y con un fuerte aura llena de misticismo. Hay que decir que la música la compusieron en los primeros años de actividad de la banda, y que finalmente la desarrollaron para la ocasión.
Como colofón final, en “Maggie M’Gill” se nos ofrece una composición visceral con alta carga blues. Probablemente la mejor para cerrar el disco, sabiendo que contiene muchos de los ingredientes que nos han ido ofreciendo con el paso de las canciones. La base rítmica, desde luego que ayuda a imprimir ese carácter “bluesy”, con un Morrison mostrándonos sus voces más roncas y crudas.
Curioso lo de este grupo. Dejando de lado ese semi tropiezo llamado “The Soft Parade”, encuentras en ellos álbumes de diferentes sonidos, y que dependiendo del gusto de cada uno por una faceta u otra del grupo, todos en algún momento han sido mencionados por algún individuo como su obra favorita: el debut sorprendente y oscuro en “The Doors”, la vuelta de tuerca en “Strange Days”, sonando algo más limpios pero igual de oscuros; la sencillez y cierta luminosidad del “Waiting For The Sun”, el cambio de sonido iniciado en este “Morrison Hotel” hacia el blues rock, o el canto de cisne de la banda antes de la muerte de Morrison, en un álbum que sonaba aún más blues y contundente en “L.A. Woman”.
Cualquiera las obras mencionadas poseen virtudes suficientes que hacen que sean encumbradas, unas más que otras, claro está, pero siempre con composiciones extraordinarias. Lo que vino tras la escapada de Morrison a París y su posterior fallecimiento, fue el intento de la banda por mantener a flote la nave, pero ya nada era igual.
Si preguntáis por mi opinión, para mí “Morrison Hotel” es un extraordinario álbum que sitúo un peldaño por debajo de “The Doors”, “Strange Days” y L.A. Woman”, pero superior a “Waiting For The Sun”, y muy por encima de “The Soft Parade”.
Fuentye: Elportaldelmetal
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