Descripción
Una de las bandas insignes dentro de lo que se llamó la movida del ‘Post-Punk’ inglés de finales de los 70’s, es hoy en día ejemplar de peso pesado dentro de la música Rock, y también, de la música popular. Sin mucha dilación, no hace falta presentarles el proyecto tan adorado del introvertido Robert Smith, ya que el nombre de The Cure es afamadísimo entre cualquier público con una grisma de atención a la música, y, por supuesto, no hace falta que les diga quiénes son, eh. Más allá de las raras e insuficientes etiquetas, que una vez pretendieron definir el sonido de The Cure, la banda exploró inmudables cantidades de géneros, desde la New Wave hasta la misma música Electrónica, no pudiendo estacionarlos en algún estilo permanente; ya que la banda cambió mucho alrededor de los años y experimentó con una extensa gama de estilos, sonidos y ambientes.
Bien sabido se le tiene el progreso que hizo el grupo cuando sacó una excelente trilogía, muy en la vena existencialista de su carrera, y cambió, luego, hacia un estilo más digerible para sus posteriores años; se hicieron notar las influencias remarcadas que tuvieron con el Duque Blanco, Mister Bowie, para los finales de los 80’s y principios de los noventas; y no es hasta discos como ‘Kiss me, Kiss me, Kiss me’ que entreverían un nuevo camino para The Cure, olvidando las adornadas y sutiles melodías y el pozo existencial de sus primeros años.
Personalmente, yo con The Cure me quedo con su etapa más angustiosa (1980-1982), ya que, por mucho que suene depresivo, lento y muy agotador, la banda sintetiza los elementos que más cuestan transmitir en la música, y éstos serían, los sentimientos a través del móvil que son los instrumentos. Claro, no tengo que decirles como funciona la música tampoco; sin embargo, la misma sencillez lleva a hablar de cuán importantes son estos valores a la hora de escuchar un álbum, tanto que, unas melodías y unas líneas bien definidas de un bajo, puede lograr una perfecta ambientación.
Three Imaginary Boys contiene mucha furia, rebeldía y conceptualismo por parte de Robert Smith, letras aparentemente insignificantes navegan por temas minimalistas y habituales, con una brecha de inmensas interpretaciones y significados; ‘Grinding Halt’ y ‘Another Day’ expresan un poco de esto que estoy citando, ya que despojan elementos innecesarios o poco útiles en sus letras cuando tenemos un simposio de excelentes riffs, melodías agradablemente conjugadas con los fraseos, y mucha personalidad, sobre todo eso: mucha personalidad.
Si bien es cierto que los paralelismos con bandas como ‘Bauhaus’ y ‘Siouxsie and The Banshees’ no pueden dejar de notarse entre ellas, igual de verídico es decir también que The Cure no sólo sigue simplemente un camino intencionado o muy marcado en ese tipo de ambientes lóbregos (Gothic), sino que, también agrega un plus de intimismo, desarrollo compositivo, refinación de melodías, poco descuido de armonías y, siempre, una manifestación de actitudes iconoclastas y muy atrevidas. De hecho eso mismo crea un cierto recato a la hora de presentarse como una propuesta. Porque en las cientos de entrevistas que han tenido con Robert, a él nunca le ha gustado llamarle a su música “Gothic Rock”. Al final, las sensaciones que nos identifican con algo es lo que más importa, sea blanco, negro, amarillo o violeta, de cualquier endemoniado color que queramos llamarlo.
Ciertas pugnas se llevaron a cabo a la hora grabar el álbum, bueno más que pugnas, alguna que otra decepción de parte del líder por esa manierista porta de la refrigeradora blanca con ese fondo rosa. Supuestamente la portada era muy distinta de como hoy la vemos. Por mi parte, no tengo queja alguna del estilo y la manera en que están enfocados esos objetos de la vida diaria. Es como atribuirle un valor esencial a eso que se le considera común, a eso que sólo puede utilizarse como una herramienta y nada más, tal vez puede que haya algo de interesante, más allá de la utilidad primaria de estos, con los objetos como un secador de cabello. A lo mejor un absurdo abstracto de liricas, de estilos y técnicas a la hora de plasmar esa llamativa portada. Claro, no deja de sonarme muy alentador e interesante.
Ya hablamos algo de sus letras y caratula, así que quedémonos con lo más importante: la música que se desprende de este trascendental, así como sugestivo, álbum. Básicamente las canciones circulan por la andadura de piezas poperas, lo más 3 minutos, con esos planos inamovibles de estructuras de puente-estribillo y uno que otro guitarrazo que se empuña por su cuenta propia. Pero eso no es todo, también reparten mucho estilismo para presentar “horteras” ejecuciones. Se los pongo fácil, es como si estuviésemos lijando un trozo de madera y al momento de hacer los acabados, añadamos un poco más de espontaneidad en los quicios de la madera, le revistamos de un barniz más tenue, oscuro pero selecto y elegante que las demás maderas.
‘10:15 Saturday Night’ fue la primera composición que aposentó Rob con su guitarra; este hermoso track fue escrito cuando el intérprete apenas tenía 16 añitos, y con lo bien que le terminó quedando esta pieza que se toca en todos los conciertos de The Cure. Con unos pellizcos de batería suave, un bajo muy importante y vertebral, y una secuencia de vocales elegantes, oscuras y de cuando en cuando tétricas, y guitarras que rompen moldes y se salen muy de tanto de las canciones, crean lujo de sensaciones con esta inestimable experiencia de composición.
‘Grinding Halt’, ‘Another Day’ y ‘Object’ representan de una apreciable manera en guitarras y estructuras sintónicas, una buena fosa de ritmos mezclados, orgánicos, y estilistas. Destacando el amplio manejo de sonidos graves y su intachable pulcritud en notas, de igual manera bajas. Agradecerle también a la impoluta producción, ¿qué sería de la banda sin este tan minusvalorado recurso? Si es que los discos de los británicos no tuvieran tanto auge y primordial reconocimiento si su sonido fuera quejumbroso y carretero, es más, no creo que fueran lo que son sin ello. Por eso, prestar especial atención a todos los cambios de velocidades, entonaciones y afinaciones
Y si vamos a enumerar tampoco dejemos afuera la versión que hacen de ‘Foxy Lady’ homenaje, notoriamente, al maestro Jimi hendrix, pueden darse cuenta de los quiebres y los punteos “jolgoriantes” que se efectúan en tal. Asimismo también otras que reverdecen mucho el ductor del álbum, con aparejadas canciones de la madera de ‘Meat Hook’, que es casi una canción de puro bajo y mucha repetición en sus constantes entonaciones vocales; como también ‘So What’, posiblemente la más turbulenta y alborotadora con ‘Fire in Cairo’ (Tremendo hit, mis amigos), y se ve como estas dos confabulan para un clima radiante de energía, fiereza y garra. Pero como acabo de mencionar, ‘Fire in Cairo’ es una melodía de sombrajo: tempestiva, agria, manipuladora, melodiosísima, digna de escuchar.
Las demás canciones, como la homónima y a su vez ‘it’s Not You’ finiquitan esta grata experiencia “afterpunketoide” oscurana y conflictiva, única, claro, en su especie. No volverían a grabar un disco tan ingenuo ni tan iridiscente, luctuoso, infamante y original como Three imaginary Boys, por mucho que se hicieran profesionales en lo suyo, en dominar sus ambientes, su música. Eso sí, jamás volveríamos a tener una copia siquiera exacta de este vidrioso diamante que seguirá siendo muy venerado por su servidor.
Fuente: Elportaldelmetal
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