Descripción
Hubo un día en el que José Monge Cruz, más conocido como Camarón de la Isla, conquistó Paris. Igualmente a lo largo de su carrera profesional llegó a conquistar otros lugares, pabellones, teatros… aunque existen días más especiales que otros.
Corría el año 1987, una de las grandes voces puras del flamenco –y de la música en general– no andaba en una buena situación económica y pidió un millón de las antiguas pesetas para actuar en el mítico Cirque d’Hiver de Paris. Acompañado por Tomatito, llenó tres noches las más de 2.000 butacas ante un publico francés del que probablemente la mayoría no entendía español. Se demostró una vez más aquello de que la música tiene ese idioma propio, ese entendimiento que no es otro que el sentir.
No sólo fue un éxito lo que se vivió aquellos tres días en el Cirque d’Hiver, sino que su música se extendió por el país vecino, llegando incluso a ser portada en periódicos de tirada nacional como Liberation. Cuenta Luís Clemente tras la publicación del álbum‘París 1987’ en el año 2000 como el fenómeno Camarón –gracias a ese concierto– se instauró en la prensa y la televisión francesas, presentándolo como el mito vivo del flamenco, ídolo de gitanos y payos.
El propio Camarón de la Isla llegó a decir sobre el público francés: «Estoy cantando con muchas ganas, porque el público francés tiene un respeto muy bonito y muy grande. El público francés ha estado mejor que yo». Comenzó su andadura en tierras francesas como siempre hacía antes de empezar un concierto: «Señores, buenas noches. Voy a empezar cantando un poquito por bulerías y luego me vais pidiendo lo que queráis». Y salió de allí aclamado. Existe una costumbre en Francia de la que todos deberíamos aprender: esa facilidad para mezclarse con la novedad sin perder lo que han conservado por siglos.
Avec toi, pour toujours, Camarón.