Descripción
Casi parece que todo estaba perfectamente estudiado. Muchos de los últimos actos de David Bowie antes de su muerte parecen apuntar que era más que consciente del momento en el que le iba a tocar fallecer. Casi se podría pensar que hasta negoció con la parca para tener unos cuantos días extra para no tener que marcharse el mismo día de la salida de Blackstar (ISO, 2016) o incluso antes, sólo por poder tener el placer de ver por última vez las caras de alegría y de asombro de millones de personas, de presenciar cómo se les iluminaba la cara a todos con su nueva excentricidad y ya, entonces, marcharse con la plena satisfacción del deber cumplido.
En esta ocasión, David Jones junto con Tony Visconti, uno de sus mayores aliados, se rodean de una serie de instrumentistas de jazz y algún que otro profano (James Murphy) para desafiar los límites del mismo jazz, practicando una inmersión profunda en el avant-garde y la experimentación al mismo tiempo que busca alejarse del rock, tanto de la etiqueta sonora como del espíritu. La voz de Jones se erige menos como el pilar impulsor de los temas para infiltrarse como una capa de sonido más entre una completa amalgama de elementos. Dichos elementos sonoros no dibujan ese escenario fantástico y apasionado que suelen ser las composiciones de Bowie, sino que más bien tienden a distorsionar el ambiente y generan un clima tenso que, sin alcanzar el barroquismo de Scott Walker, sí se acerca a él como concepto.
Fuente – Hipersonica
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