Descripción
Es casi inevitable reconocer en nuestros ídolos divinizados su condición humana, que aunque disimulada, termina saliendo a la luz. Evidentemente se trata de humanos con la misma tendencia a errar, mentir, cagar y morir que todos los demás, y en el caso de los músicos, los delatan las piezas mediocres/malas/horrendas de su discografía, persistentes en los archivos y la memoria justamente por el acusado contraste que generan junto a las masterpieces habituales del artista en cuestión.
Evidentemente nadie es perfecto ni se salva de los errores, sean de magnitud despreciable como en la carrera de los magníficos Judas Priest (que van camino a ser eternamente adorados al estar por dejarnos pronto) o esperpénticamente grandes como… bueno, no hagamos más sangre.
Más allá del genio de Iommi, Butler y Ward (y el correcto acople de Ozzy a ellos), estos señores no pudieron mantener, tras 7 u 8 discos con Osbourne, un nivel de calidad respetable e ideas fructíferas, y la nave Sabbath estaba por irse a flote con la edición de este Never Say Die!.
Los temas del presente álbum viajan en tesituras a medio camino entre el feeling rockero marca de la casa, estribillos facilones pero sin efectividad (salvando honorables excepciones) y un clima en general relajado y optimista, todo bajo el manto de una producción bastante cavernosa y con una portada feúcha como estandarte de batalla.
El title track, Johnny Blade, Over To You, Swinging The Chain (aún con la incorporación de la buena voz principal de Ward), A Hard To Road (pese al aporte inusual de coros de todo el grupo) son temas… uff… digamos sin enjundia. Cancioncillas prácticas y ligeras de rock pesado, despojadas totalmente del aura oscura que Iommi le imprime habitualmente a sus composiciones. Los demás no es que no aporten nada, pero por más que se esmerasen no podrían hacer lucir cortes discretos si el alma máter del grupo anda escaso de inspiración. Y por cierto que tampoco se esmeran demasiado. Quizás sea yo, pero no me gusta mucho la idea de escuchar de boca del Prince Of Darkness estribillos como el del mencionado A Hard Road, tan ‘happy’ que haría sonrojar al propio Michael Kiske y su Place Vendome (perdonen si exagero), y eso sí, bastante malo.
Tampoco voy a decir que los 45 minutos del disco están cubiertos con excremento de perro pasado por sampler, no es así. Mi crítica se debe a que los momentos brillantes son más bien pocos comparado con lo que pudo ofrecer Sabbath en discos previos y posteriores, y la cantidad de relleno parece crecer de manera exponencial. Aún así, son piezas ganadoras Junior’s Eyes (a grandes rasgos el único clásico salido del disco), Shock Wave (poseedora de un solo CÓSMICO), Air Dance (balada delicada con buenos arreglos de piano), y Break Out (instrumental con sabor jazz y vientos incluidos).
En resumen, un álbum que hirió gravemente la entereza de calidad que venía mostrando Sabbath, incluso si Technical Ecstasy había bajado el promedio. Luego vendría un tal Dio, reinvención legendaria (y para mejor, desde mi punto de vista), vocalistas entrando y saliendo por la puerta grande y la de atrás respectivamente… Never Say Die! permanece, el tropezón más grande de su historia.
Fuente: Elportaldelmetal
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